Por supuesto que estoy al tanto de lo que ocurre, más o menos, en la tele, sobre todo si lo que ocurre le ocurre a Belén Esteban, una especie de ser omnipresente que no hace nada más que dar noticias absurdas y crear polémicas sin fundamento para meterse en la buchaca lo que pueda y más a costa de los telespectadores anonadados, que no son capaces de cambiar de canal, hipnotizados por el devenir estúpido de un culebrón sin fin.
Dicen que Belén es una madre coraje, pero creo que más bien es una tipa que se dedica a destruir los valores de la sociedad, como tantos otros personajes que pululan por los cada vez más franqueables platós de televisión, a cambio de una considerable cantidad de pasta.
Belén, está claro, no es la culpable de que esto ocurra. Ella se aprovecha, saca la tajada y se marcha a su casa a gritarle, o no, a quien se le ponga por delante. Por eso las palabras tienen que estar medidas en estos casos, para no echarle encima toda la carga a quien realmente sólo la debe sobrellevar en parte.
¿No sería mejor que se regularan ya de una vez los contenidos en televisión, sobre todo a ciertas horas, y si se habla de censura que se hable? Lo digo porque sería genial que ocurriera esto antes de que nuestra sociedad y nuestros niños continúen adquiriendo una serie de no-valores que los conviertan en monstruos como éstos y en personajillos de medio pelo que piensan que la forma de conseguir el éxito es la que ven en esos andurriales.
Quien tenga que actuar debería hacerlo. Porque cuando desaparecieran estas personas nadie se acordaría de ellos, de eso no me cabe la menor duda.
Belén, fina como ella sola |
Belén, guapa en Interviú, vendiéndolo todo todo todo |